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jueves, 16 de octubre de 2014

Cayo Julio Cesar

 

     En los próximos meses y años abordaremos en profundidad la vida y obra del mayor romano de todos.
     Puede que nos encontremos ante el mejor general de la historia y tal vez,  uno de los personajes más destacados de la humanidad. Nos referimos, obviamente, a Cayo Julio Cesar, sin lugar a dudas, un hombre excepcional, un hombre que marcó un hito en el devenir de la civilización occidental.  Fue gran político y mejor gobernante y su vida está marcada porque supo adelantarse a su tiempo. Vislumbró la decadencia de la República, atrajo para Roma lo mejor de las provincias, comprendió que los territorios conquistados necesitaban de un nuevo sistema de gobierno ....


        A raíz del acuerdo de Luca, entre Craso, César y Pompeyo, el historiador Theodor Mommsen se pregunta la razón de porqué un Cesar en alza y en plena conquista de las Galias apoya el nuevo consulado de Pompeyo.  ¿Quizás porqué Julio Cesar no se encontraba seguro de su ejército como para lanzarse a un enfrentamiento directo contra la aristocracia romana o quizás porqué pensaba en la seguridad de Roma?  Al respecto, el historiador concluye con estas palabras ciertamente clarificadoras sobre la ambición y la audacia de Julio César.  "En el alma de César había muchos otros sentimientos al lado de las preocupaciones del político.  Digan lo que quieran sus biógrafos, la Galia no era a sus ojos una conquista del momento y a propósito para valerle la corona, sino que en esta vasta empresa iba también envuelta la seguridad exterior de Roma, su reorganización interior y, en una palabra, todo el porvenir de la patria.  Para terminar su conquista antes de ser reemplazado, y para no tocar antes de tiempo la embrollada complicación de los asuntos de Italia, abandonó sin vacilar su inmensa ventaja sobre sus rivales y dio a Pompeyo la fuerza necesaria para batir al Senado y a sus adherentes.  Si no hubiera llevado otra mira que la de hacerse rey lo más pronto posible, César habría cometido seguramente en Luca una falta muy grave.  Pero, en esta alma rara, la ambición no se limitaba a la humilde adquisición de un trono, siquiera fuese el del Imperio Romano.  Se había impuesto dos tareas inmensas que debía cumplir a la vez: en el interior, dotar a Italia de una sistema político mejor; en el exterior, conquistar y asegurar para la civilización italiana un terreno virgen y nuevo.  Sus proyectos fueron naturalmente contrariados muchas veces; y si bien su expedición a las Galias le abría el camino hacia el trono, no dejaba de detener sumarcha. ¡Cuántas amarguras se preparaba retrasando la revolución italiana hasta el año 706, cuando hubiera podido hacerla en el 698!  No importa: general u hombre de Estado, César era muy audaz: tenía gran fe en sí mismo y despreciaba a sus adversarios, apoyándolos algunas veces más de lo que exigía la prudencia". 
    Nunca sabremos con exactitud si César aspiraba al trono de Roma.  Para saberlo habría que preguntarselo directamente a él.  César era un aristócrata formado en la cultura y caldo de la República.  Se podría decir que se presentaba como un republicano popular dispuesto a cambiar o mejorar el sistema de gobierno. Derrotas como la de Arausio son un ejemplo del desastre al que la República conducía a Roma. Se requería coordinación, eficacia y rapidez para articular la defensa de la ciudad y esas ideas jamás podían encontrar acomodo en romanos orgullosos como Quinto Cepio, por ejemplo. Julio Cesar aspiraba a ser el primer hombre de Roma


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