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miércoles, 30 de diciembre de 2009

La guerra social (en construcción)

Una décadada después de haber terminado la guerra contra las invasiones barbaras, en el 101 a C., Roma se enfrentó a sus aliados peninsulares (91 a 88 a C.) en lo que se ha dado a conocer como la guerra social o guerra de los aliados itálicos.

Hacía dos siglos que Roma gobernaba con mano firme gran parte de la península itálica, y precisamente, con la ayuda y la sangre de estos pueblos (se convirtieron en las legiones auxiliares de los ejércitos romanos) Roma prosperaba y se iba haciendo, cada vez, más grande y poderosa. Durante todo ese tiempo, la República actuaba como el señor frente al súbdito, sobre todo desde un punto de vista político: los asuntos de guerra y el gobierno concernían exclusivamente a las clases altas romanas. También desde el punto de vista de la justicia militar, no era lo mismo castigar a un oficial itálico que a un soldado ciudadano romano. Mientras el primero era decapitado en el acto, el segundo se remitía a los tribunales de Roma. Y que decir desde el punto de vista civil:se veían sometidos al abuso y al capricho de numerosos funcionarios romanos

A lo largo de esos doscientos años la República habían sometido cualquier intento de rebelión, como fue, por ejemplo, el caso de Fregellae, ciudad que se levantó contra Roma y que acabó siendo destruida. Sin embargo, en los últimos años, la situación cada vez se hacía más insostenible. Tanto desde un punto de vista económico como político, los ciudadanos itálicos habían visto aumentado sus obligaciones y reducido sus derechos.

Los aliados itálicos, después de ser vencidos y sometidos por Roma, aprendieron las formas de combate de éstos y también adoptaron la legión como unidad de combate. Servían como unidades auxiliares, sin embargo, los romanos no los consideraban como auténticos soldados. Durante la República, y hasta las innovaciones de Cayo Mario, el soldado era un ciudadano romano con poder económico suficiente para poder pagarse los pertrechos militares. El Estado no sustentaba a los ejércitos. Eran los propios romanos de la tercera, cuarta o quinta clase los que se pagaban el armamento y la manutención. No servían a ningún general, sino a la propia Roma y en principio, siempre actuaban para defenderse de una agresión y hasta la invasión más flagrante se entendía como una acción necesaria para evitar un futuro mal mayor. La política militar en este aspecto siempre fue la misma: “los vecinos de Roma eran potenciales enemigos de la misma”.

Hacía años que los itálicos venían reclamando la plena igualdad cívica, es decir, que fuesen considerados ciudadanos romanos. Ni el partido de los populares y mucho menos la aristocracia romana eran partidiarias a semejante reconocimiento, es más, en muchos casos, reaccionaban de forma virulenta como ocurrió con el censo realizado unos años antes al inicio del conflicto.

Con la muerte del tribuno de la plebe Marco Livio Druso había acabado la última oportunidad de solventar la cuestión de los itálicos sin derramamiento de sangre.

Seguirá ....

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